6/10/10
Memorias de un pescador.
Con mi padre tengo pocas cosas en común.
Poniéndolo de una forma amable , arriesgo a decir que nos une nuestros puntos de disidencia.
No fui el que esperaba y él no , fue el que necesitaba.
Mutua desilusión.
Un clásico griego.
No somos de innovar a la hora del cliché.
Compartimos siempre muy poco.
Nada.
Se que llevo la mitad de su código genético ,pero pareciera que me toco la mitad oculta.
Siempre fui obscuro.
Siempre fui emocinalmente feral.
Saboteador.
Aleatorio.
Contradictorio.
Casi felino.
Abisal.
Amaba pescar tanto casi como mi padre , y no era mal pescador para ser aquel niño que me cuesta tanto recordar y al que voy una y otra vez.
Una y otra vez.
En pos de respuestas y que permanece casi tan mudo como en aquel entonces.
Los menguados momentos placenteros con mi padre , corresponden a esa actividad.
Puso esmero en enseñarme a pescar, es cierto , y como siempre , hice caso omiso de lo aprendido con pretensiones innovadoras.
Una constante en la ruta de mis fracasos.
Una herida siempre abierta a ojos vista de todos.
No me gustaban , ni me gustan , los métodos ciegos de pesca.
Me parecen desleales.
Indiscriminatorios.
Inmorales.
Así que nada de aparejos , riles , redes o mediomundos.
Me gustaba pescar a caña y bolla.
Suponía que era lo justo.
Lo cierto es que me emocionaba más.
Solíamos ir a pescar a las rocas del lado izquierdo de Punta Carretas , y podíamos pasarnos el día entero pescando.
En realidad yo miraba el río - mar en mis sempiternos transes místico - abstractos.
No recuerdo en que pensaba.
Pero pensaba.
Pensaba denso.
Pensaba profundo.
Como un caldero de plomo hirviendo.
Volcán.
A veces , pescaba algo.
Pejereyes.
Parecían cuchillos de acero.
Dagas plateadas.
Simbreantes.
Latigazos de agua arrancados del fondo del mar que se arqueaban en el aire , entre destellos fulminantemente blancos y reflejos enardecidos.
Joyas robadas a la profundidad.
Arteramente.
Pasientemente.
Les sacaba el anzuelo de su boca , y agarrandolos con toda la mano , los desnucaba quebrandoles el cuello contra las rocas.
Los ponía en un balde con agua.
Como me habían enseñado.
La niñez también es cruel.
Impiadosa.
Terrible.
Fatal (para siempre).
Y vuelta a encarnar.
Vuelta a lanzar la línea con su anzuelo.
De nuevo a hacer que esperaba.
De nuevo caía en mí , y sólo me unía al mundo el hilo delgado que se hundía en el mar.
Se balanceaba la bolla asida a la caña y al anzuelo.
Tensa la tanza.
Como un sutil y frágil cordón umbilical a la realidad.
Caía en mi.
Me alejaba.
Me hundía.
Me deshabitaba.
Abandonaba el mundo , hasta que me despertaba otro pez y comenzaba nuevamente el ritual.
Encanábamos con cangrejos vivos que juntabamos de entre las rocas en los charcos tibios.
Había que elegir los mas tiernos , los que habían quedado desprotegido por la pérdida de su caparazón por cuestiones inherentes al crecimiento.
Crecer debilita.
Siempre.
Juntábamos muchos.
Cientos , y nos los repartíamos en cantidades para nada equitativas.
Los repartos en mi caso , siempre me supieron a esquilme.
Mi padre se reía de mi porque yo tapaba la lata para que no se escaparan.
"Nelson , no hay que taparla".
"Me oís? , no la tapes!".
"No necesitás tapar la lata de cangrejos , Nelson! , no se van a escapar".
Lo cierto es que los cangrejos que quedan arriba , e intentan escapar , son sostenídos , agarrados , atenazados por los de abajo.
Nadie escapa en una lata llena de cangrejos.
Los de abajo no dejan que eso ocurra.
Lo que siempre me resultó por demás metafórico.
Angustiantemente simbólico.
Una revelación.
Hoy cuando venía de dejar a Veruka en su casa , el reflejo del sol en una de las ventanas de un auto me cegó momentaneamente.
Como cuando el sol se despedazaba sobre la piel del agua incrustándoseme en los ojos , allá , en Río de la Plata.
Y yo veía todo amarillo.
Amarillo.
Todo amarillo.
Y en un instante amarillo , de ceguera reveladora , me vi de niño , parado en las rocas de Punta Carretas , unido al mundo tan sólo por un delgado haz de plástico.
Me vi.
Vi.
Y debo reconocer la verdad obnuvilante.
Creí haber escapado de la lata.
Tonta ilusión.
Me atenazan a ella.
Y por si acaso , tapo la lata desde afuera.
No hay como una ceguera para ver de verdad.
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uauuuuu
ResponderBorrara mi padre le gustaba pescar, pero a mi nunca me gustó.
De lo que hacía mi padre, lo que más me gustaban, eran una historietas porno, que supongo hacía mientras se pajeaba. En general sus dibujos eran para mi muy rígidos. Pero en aquellas historietas porno, como que se aflojaba el trazo, la rigidez seguro estaba en otra parte.
Después que murió busqué sus historietas pero no las encontré. Me apena pensar, que avergonzado, antes de morir las haya tirado.
Me encantó lo que me contás acá Golfo! , genial , mismo.
ResponderBorrarGracias.
(recién lo veo , soy un descuido , lo se).
Abrazo!.
Puedo compartir esto en mi blog????? Me encanta, me emociona, me identifica (aunque nunca fui a pescar, pero da lo mismo la actividad que sea...) y lo de los cangrejos da para un leit motiv, no sé, es genial!!! Las cosas de la vida, me hago tu seguidora y vas a estar en mi vida totalmente a diario!!!
ResponderBorrarAgarrá nomás Helena , me debo a mi público...
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